Tuesday, October 19, 2010

"Nos volveremos a juntar", dijo Pancho Villa. Rememoraciones sobre la Revolución Mexicana.

José Antonio Trujeque

Un explorador se aventura en un continente desconocido : Friedrich Katz y la Revolución Mexicana.

José Antonio Trujeque


Cien años después, el proceso social más importante del siglo XX mexicano sigue permaneciendo en la penumbra. La Revolución Mexicana continúa siendo un evento histórico conocido menos que a medias, ya no digamos por parte del gran público , sino del gremio de los historiadores profesionales. Uno de los enigmas principales radica saber por qué a pesar de sus hondos significados y del más de un millón de muertos habidos durante la Revolución, este proceso se asemeja a esos enormes continentes sobre los que sobran los mitos, las miradas rápidas, superficiales, pero en cambio son poquísimas las exploraciones hechas en sus hondonadas, cañaverales, precipicios y cimas.


Por citar algunos ejemplos: aún se tiene una deuda moral e histórica enorme con las Soldaderas, pues la Revolución vista desde los estudios de género es prácticamente una tarea inexistente.
No tenemos biografías completas sobre jefes revolucionarios como Lucio Blanco, Toribio Ortega, Genovevo de la O, Salvador Alvarado, José Isabel Robles. Mucho menos hay estudios sobre los jefes medios, la tropa y los simpatizantes “de a pie” de los ejércitos y de los grupos revolucionarios.

No han existido esfuerzos para develar la figura George Carothers, el enigmático agente especial del gobierno norteamericano para tratar con los dirigentes revolucionarios mexicanos.

Tampoco sabemos cómo fue la vida de los combatientes luego de la pacificación del país, por las malas y por las buenas, que hicieron los sonorenses durante la década de los años veinte. Cómo vivieron los sucesivos gobiernos de Obregón, Calles, el Maximato, el Cardenismo, el Alemanismo y lo que vino después.

La Revolución Mexicana es aún una “Terra Ignota”. Y tan enigmático como ella, es el hecho de que la enorme mayoría de los mexicanos haya preferido sólo atisbar sus penumbras y orillas nebulosas, en lugar de un interés incisivo y continuado para desentrañarla.

Puede ser que parte de la respuesta provenga del hecho de que durante poco más de setenta años, el régimen del Partido Revolucionario Institucional logró trivializar los significados profundos de la Revolución de 1910, a través de toda una imparable verborrea, una jerigonza seudorrevolucionaria y galimatías cantinflescos hechos para la adulación del líder priísta, del Señor Presidente y su celestial sabiduría.
Nada quedaba por explicar, ni nada quedaba por decir: los “jilgueros” oficiales y oficiosos durante setenta largos años lograron convertir a la Revolución Mexicana en una colección de figuritas de papel, folklóricas, lejanas, ajenas a nuestra realidad. De esta manera, los mitos oficiales fueron y siguen siendo una especie de máscara y disfraz que oculta los rasgos, las huellas dactilares y las líneas de la mano del primer gran proceso revolucionario del siglo XX, la Revolución Mexicana.

Con la derecha actual, en el poder desde el año 2002, el interés evidente no es tanto en disfrazar a la Revolución mediante argucias verborreicas (recuérdese una de las frases repetidas sin parar durante el período priísta: “el suyo es, Señor Presidente X, Y o Z, el verdadero gobierno de la revolución), sino algo más sencillo: simplemente dejarla de lado y, en lo posible, ignorarla. Del gobierno foxista hasta la actual administración encabezada por Calderón, las dos bestias negras históricas de la derecha son tanto el Juarismo, como la Revolución Mexicana.

A pesar de esas pesadas lápidas colocadas por el oficialismo priísta y por el ninguneo de la derecha, por fortuna algunas personas comprometidas con los significados y sentidos profundos de la Revolución de 1910 no han renunciado a una exploración comprometida con la verdad, como tampoco con otro valor ético propio del proceso revolucionario de 1910: hacerle justicia a los cientos de miles de mujeres y hombres que comprometieron su vida en el intenso proceso que comenzó, formalmente, el 20 de Noviembre de 1910, a través de la indagación de sus motivos, de sus aspiraciones, en suma, de la cauda de razones, emociones e impulsos que los llevaron a participar en el movimiento revolucionario.

Friedrich Katz (1927 - 2010) pertenece a la clase de personas sensibles, y que, habiendo recibido algún don vital en la infancia, jamás lo olvidan, como jamás olvidan a las personas que hicieron posible tal donación: siendo un niño, Friedrich Katz y su familia fueron algunos de los miles de seres humanos perseguidos por el odio de la extrema derecha alemana, y en concreto por las policías hitlerianas de la Gestapo y las SS.

Al ser hijo de judíos, es muy posible que la vida de Friedrich Katz se hubiera extinguido en las cámaras de gases o en el hambre de los campos de concentración, de no haber sido por la desinteresada y generosa intervención de un gobierno lejano, al otro lado del Atlántico, y que le daba continuidad a la Revolución Mexicana.

El general Lázaro Cárdenas, en efecto, encabezó al único gobierno en todo el mundo que protestó en la Liga de las Naciones contra la anexión de Austria, hecha por parte del Reich hitleriano (1938). Cárdenas, además, le dio amplios poderes al diplomático Gilberto Bosques a fin de lograr la liberación y la posterior emigración de prisioneros políticos de la República Española (derrotada en 1939 por Franco) y algunos perseguidos por los regímenes autoritarios europeos, lo mismo fuera un relumbrón internacional como León Trotsky, o como la familia austriaca de Friedrich Katz.

El futuro historiador le debió la vida a un proceso social intenso, la Revolución Mexicana, que hizo posibles hechos contrastantes como la generosidad y solidaridad mundial con las víctimas de gobiernos asesinos, y como el baño de sangre en el que más de un millón de mexicanas y mexicanos perdieron la vida en los años duros de la Revolución, de 1910 a 1929, el año de la rebelión escobarista, apenas apagándose los fuegos de la Cristiada.

Sin temor a equivocarnos, la dedicación que hizo Friedrich Katz a la Revolución Mexicana fue, además de profesional, una muy amorosa dedicación. Amorosa por los humildes campesinos zapatistas, por los recios hombres y mujeres de la División del Norte villista, por los yaquis y los vaqueros del Ejército del Noroeste obregonista. Por los idealistas y justicieros como Ricardo y Enrique Flores Magón o Lucio Blanco.

No deja de ser conmovedor que el conocimiento de nosotros mismos, en este caso de nuestra historia, logre dar avances fuertes, gracias a la generosidad: pues Friedrich Katz fue generoso en su dedicación y esmero para rescatar del ninguneo, de ese mezquino juego de máscaras oficialista, las preciosas vidas humanas ofrendadas durante la Revolución de 1910. Porque generoso fue el gobierno emanado de esa Revolución y encabezado por el general Lázaro Cárdenas.

Por una de esas extrañas ironías de la historia, Friedrich Katz nos dijo “hasta luego” apenas a unos treinta y tres días antes del centenario de la Revolución a cuyos hombres y mujeres dedicó toda su vida.

Su obra intensa nos ha permitido tener luces de algunos cuantos rincones y meandros de ese hondo proceso revolucionario. Gracias a Katz, sabemos algo más de Francisco Villa, de los villistas, de los orígenes de la Revolución. Y al mismo tiempo, su obra nos indica el enorme grado de ignorancia (acompañado no pocas veces, y por desgracia, del desinterés e indiferencia) que aún padecemos sobre la más honda, aguda, amplia y volcánica cesura en nuestra historia de dos siglos para acá: la Revolución social, popular, regional, campesina, obrera, cultural, política cuyo comienzo está por cumplir cien años.

Quizá uno de nuestros dramas actuales provenga de que asumimos la visión oficialista y dominante en el sentido de que aquel proceso revolucionario poco o nada qué ver con nosotros. Y no es así, en absoluto: ¡cuántas y cuántas lecciones tenemos por aprender de la Revolución, pues de asumirlas y practicarlas,  no viviríamos hoy en medio de tanta atrocidad!

Por lo pronto, es tiempo de agradecer a Friedrich Katz al menos con un hecho humilde, pero a la altura de su generosidad y enorme talla humana: leer sus trabajos sobre la gran Revolución Mexicana.



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