Monday, December 21, 2009

En estas fiestas decembrinas...

En estos días tengamos tiempo

para la reflexión y observar

lo que sucede en el mundo.


No podemos permanecer indiferentes

ante la violencia de quienes generan la miseria

mal informan, explotan, discriminan.

Renovemos el compromiso de construir un mundo nuevo,

más digno y justo.








NAVIDAD, ANUNCIO DE RENOVADA ESPERANZA

 

CRISTO HACE POSIBLE UN MUNDO EN EL QUE REINEN LA PAZ Y EL AMOR


Mensaje de Navidad de Fray Raúl Vera López, O.P., Obispo de Saltillo

Saltillo, Coah., 20 de diciembre de 2009


No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre." Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace (Lc 2,10-14).


Estas fiestas de la Navidad nuevamente nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la persona de Jesús, el Hijo de Dios Eterno que tomó nuestra condición humana al nacer de la Santísima Virgen María, quien se hizo hombre como nosotros los seres humanos, sin abandonar su condición divina que tiene desde la eternidad junto a su Padre Celestial (Jn 1, 1-5.14.16-18). Conocer más profundamente la personalidad de Jesús, como se nos concede hacerlo en estos días en los que recordamos su nacimiento en la tierra, nos ayuda a entender mejor nuestro ser cristiano, y de esa manera comprender con mayor clarividencia la misión que como discípulos y discípulas suyas nos corresponde realizar en el mundo, que es continuar trabajando por la instauración de su Reino en medio de la humanidad, Reino de justicia y de paz, Reino de amor, de gracia y de santidad, Reino de verdad, de misericordia y de perdón.
Los abundantes textos que nos ha venido proponiendo la Liturgia del Adviento y los que nos ofrece la Liturgia de la Navidad, tomados de la Palabra de Dios, en el Nuevo y en el Antiguo Testamento, nos abren a un panorama esperanzador de la obra que Jesús vino a iniciar en la tierra, y continúa realizando hasta el día de hoy, para lo cual, de la misma manera que en un principio invitó a sus primeros discípulos y discípulas a acompañarlo en dicha tarea (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc 5,1-11; Jn 1,35-42; Lc 8,1-3), a través de la historia de la humanidad continúa invitando a muchos y muchas, abundantes colaboradores y colaboradoras, a que nos sumemos a su obra de restauración de los seres humanos, del mundo y de su historia.
A través del Adviento que nos preparó para celebrar la Navidad, hemos estado escuchando en las celebraciones de la Eucaristía y en la Liturgia de las Horas, los textos donde los profetas anunciaron la restauración para Samaría y Judá -los habitantes de los dos pueblos constituían el único pueblo de Israel que se dividió en dos Reinos en 932 a.C.–, pues ambos sufrieron debido a que el Imperio Asirio invadió Israel y destruyó su capital Samaría (721 a.C.), y que el Imperio Babilónico invadió Judá y destruyó su capital Jerusalén (586 a.C.). Los dos pueblos vivieron momentos históricos de una gran desolación y de tremendo sufrimiento; la mayoría de sus habitantes fueron al exilio y sus tierras fueron pisoteadas y destruidas por los invasores.


LOS ORÁCULOS DE ADMONICIÓN PARA ISRAÉL


De las desgracias que sobrevinieron sobre Samaría y Judá, los profetas habían advertido de parte del Señor a los Israelitas las consecuencias adversas que traería para toda la población el haberse olvidado de la Ley que recibieron de Él por medio de Moisés, y haberse dedicando a cometer toda clase de injusticias y atropellos, y a propiciar las tremendas desigualdades sociales, que causaron mucho sufrimiento para los estratos más pobres de la población. De entre éstos sobresalían las viudas, los huérfanos, los migrantes y en general quienes se tenían que alquilar como jornaleros (Jer 2,13-19; 7,1-11.21-28; 9,12-21; 23,1-2.10-22; Is 1,13-17; 3,13-15; 5,1-4.7.20-24;10,1-4).

 

LOS ORÁCULOS DE RESTAURACIÓN


Los oráculos  proféticos de restauración del pueblo de Israel que hemos escuchado en la liturgia de Adviento y se proclaman en la Navidad, fueron pronunciados, en algunas ocasiones, al mismo tiempo que anunciaban el desastre futuro que sobrevendría al pueblo, como consecuencia de sus injusticias y crueldad con los pobres; otras veces, tales oráculos los dijeron durante el tiempo en el que el pueblo permanecía en el destierro, o bien cuando habían regresado a su tierra, como sucedió con los habitantes de Judá a quienes un decreto de Ciro, Rey de Persia, en el 538 a.C., les permitió regresar a reconstruir Jerusalén y todo el país.
Los textos bíblicos de los oráculos de restauración con los que la Liturgia nos ha venido preparando a la celebración de estas fiestas navideñas, y los textos que se nos ofrecen durante ellas, tienen especiales características que nos ayudan a entender con mayor plenitud a Jesús y su obra. Vale la pena asomarnos, aún cuando sea rápidamente, a algunos de esos textos para descubrir las principales características de la obra de restauración (salvación)  de la vida y la historia de la humanidad realizada por Jesús.
a)       La restauración es conducida por un personaje: «No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.» (Gn 49,10); «Miren que días vienen -oráculo de Yahvé- en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: "Yahvé, justicia nuestra."» (Jer 33,14-16); «Miren que llegan días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra» (Jer 23,5); «Porque así dice el Señor Yahvé: “He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará. Pondré la equidad como medida y la justicia como nivel”» (Is 28,16-17); «Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y él mismo será nuestra paz”» (Miq 5,1.3-4a).
b)      La restauración produce una transformación profunda de la vida para el bien de las personas y de todo el pueblo: «Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán, los pobres volverán a alegrarse en Yahvé, y los hombres más pobres en el Santo de Israel se regocijarán. Porque se habrán terminado los tiranos, se habrá acabado el hombre burlador, y serán exterminados todos los que desean el mal; los que declaran culpable a otro con su palabra, y tienden lazos al que juzga en la puerta, y desatienden al justo por una nonada. Por tanto, así dice Yahvé, Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: "No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá;  porque en viendo a sus hijos, las obras de mis manos, en medio de él, santificarán mi Nombre." Santificarán al Santo de Jacob, y al Dios de Israel tendrán miedo. Los descarriados alcanzarán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina» (Is 29,18-14); «He aquí que para hacer justicia reinará un rey, y los jefes juzgarán según derecho. No se cerrarán los ojos de los videntes, y los oídos de los que escuchan percibirán; el corazón de los alocados se esforzará en aprender, y la lengua de los tartamudos hablará claro y ligero. No se llamará ya noble al necio, ni al desaprensivo se le llamará magnífico» (Is 32,1.3-5); «Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte"» (Is 25,6-9).
c)      La restauración consiste en el advenimiento de una era de paz: «Dios mío, confía tu juicio al rey tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra» (Sal 71, 1-4.7-8); «Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz". Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahvé Sebaot hará eso» (Is 9,5-6); «Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahvé, como cubren las aguas el mar» (Is 11,1-2.5-9).
d)      La restauración tiene un alcance universal, es para todos los pueblos: «Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén. Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvé será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: "Vengan, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos."Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahvé. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahvé» (Is 2,1-5); «¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor» (Is 60,1-6).
e)     La restauración trae consigo el consuelo para quienes han padecido las consecuencias del mal, del abandono y el sufrimiento: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: "Tu Dios es rey"! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios» (Is 52,7-10); «Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha. Verán las naciones tu justicia, todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo que la boca de Yahvé declarará. Serás corona de adorno en la mano de Yahvé, y diadema real en la palma de tu Dios. No se dirá de ti jamás "Abandonada", ni de tu tierra se dirá jamás "Desolada", sino que a ti se te llamará "Mi Complacencia", y a tu tierra, "Desposada". Porque Yahvé se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios. Miren que Yahvé hace oír hasta los confines de la tierra: "Digan a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña, y su paga le precede. Se les llamará "Pueblo Santo", "Rescatados del Señor"; y a ti se te llamará "Buscada", "Ciudad no Abandonada"» (Is 62,1-5.11-12); «Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da, envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo, gozosos invocando a Dios» (Ba 5,1-5).
f)     La restauración abarca a la creación entera: «Que el desierto y el sequedal se alegren, regocíjese la estepa y la florezca como flor; estalle en flor y se regocije hasta lanzar gritos de júbilo. La gloria del Líbano le ha sido dada, el esplendor del  Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yahvé, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos débiles, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no teman! Miren que su Dios viene vengador; es la recompensa de Dios, él vendrá y les salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. Pues serán alumbradas en el desierto aguas, y torrentes en la estepa, se trocará la tierra abrasada en estanque, y el país árido en manantial de aguas. En la guarida donde moran los chacales verdeará la caña y el papiro» (Is 35,1-7).

 

LOS CÁNTICOS DEL EVANGELIO


El Cántico de la Virgen María pronunciado durante la visita a su parienta Isabel en la montañas de Judá (Lc 46-55), el Cántico de Zacarías pronunciado cuando Juan el Bautista, el hijo de Isabel y de Zacarías, fue circuncidado (Lc 1,67-69), el himno entonado por los ángeles, ante los pastores que cuidaban sus rebaños en los alrededores de Belén, la noche del nacimiento de Jesús (Lc 2,14) y el Cántico del anciano Simeón, pronunciado al momento que María y José presentaban al niño Jesús en el Templo, se colocan en la línea de los oráculos de restauración que proclamaron los profetas (Lc 2,29-32). Todos se alegran por el cumplimiento de las promesas que éstos anunciaron. Lo que impresiona de la fe de María y de la fe de los dos ancianos, Zacarías y Simeón, y la fe de los pastores de Belén, es que tan sólo la presencia de Jesús entre ellos los lleva a dar por hecho que la salvación de Dios está actuando en su historia personal, en la de todo el pueblo y en todas las naciones de la tierra (Lc 1,48b.50; 2,14.31-32). María con su enorme fe, cree firmemente que con la llegada de Jesús se cumple de manera superlativa todo lo que los profetas anunciaron, acerca de la restauración del ser humano y de su historia, y esto sucederá no solamente en beneficio de Israel, sino que Dios lo hará con todos los pueblos y con las distintas generaciones de los pobladores de la tierra a lo largo de la historia; lo hará porque tiene poder para realizarlo, pues ella, la más pequeña de sus siervas, sobre la que puso su mirada Dios, ha sido su predilecta y ha hecho grandes cosas por ella, porque Él todo lo puede y cuyo nombre es santo (Lc 1,48-53).

Por su parte Zacarías ve en el cumplimiento de las promesas divinas un signo de la inquebrantable fidelidad y misericordia de Dios y de su poder liberador, que es capaz de rescatar a su pueblo para que éste viva en su presencia, dedicado a cumplir su voluntad, iluminado por la luz que viene de lo alto y guiado por Él por los senderos de la paz (Lc 1, 69-75). Ante los pastores, los Ángeles anuncian el cumplimiento de las promesas de Dios, concretamente, por medio del profeta Baruc, Dios había prometido a Israel: «Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad"» (Ba 5,4) y ahora que llega el Salvador a la tierra, no solamente cumple esta promesa para Israel, sino que la extiende a todos seres humanos y a todos los pueblos de la tierra (Lc 2,14). El anciano Simeón, con la presencia de Jesús en el templo de Jerusalén, ve cumplida la promesa del profeta: «Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: "Vengan, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos."Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahvé. Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahvé» (Is 2,2c-3.5).   

 

LA FUERZA RENOVADORA DE DIOS PARA RESTAURAR EL MUNDO LA MANIFIESTA EN SU HIJO, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


En una especie de síntesis de su obra salvadora, Jesús afirma: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10b). Es en clave de la restauración de la vida en todas sus dimensiones, para recuperarla en su primigenio significado, en el que podemos comprender la vida y la obra de Jesús, el Hijo Eterno de Dios, cuyo nacimiento en nuestra condición humana recordamos estos días. La Navidad es el tiempo de la esperanza. Nosotros y nosotras, esperamos confiadamente que Dios con toda la riqueza de su amor, de su misericordia y de su poder, como lo hemos conocido por medio de su Hijo, renueve en cada uno y en cada una la certeza de que nuestra vida está en sus manos porque hemos sido llamados y llamadas a la Salvación. Y Dios mismo, espera que nosotros y nosotras tomemos este llamado a la Salvación para que aquí y ahora, se restaure la “Paz en la justicia”.  Todo el sufrimiento y clamor del pueblo herido y agobiado por la indolencia de una gran parte de la plana mayor de nuestros gobernantes, es escuchado por Dios y en la celebración del nacimiento de Su Hijo, nos recuerda que estamos llamados a la vida plena, a la vida en abundancia. Es Dios mismo el que convoca a que celebremos que la vida siempre es posible si ponemos nuestra mirada y nuestro corazón en el pesebre de su Hijo, que en la humildad de su despojo de los poderes que destruyen al ser humano y al mundo, revela el amor de Dios que reconstruye la historia por medio de su mismo Hijo y por medio de los hombres y las mujeres que como él, ponen su mirada en la justicia y en la misericordia como los únicos medios para construir un mundo con “paz en la justicia”.
En esta Navidad con Dios, ponemos la mirada en el pesebre  para celebrar la vida en la digna resistencia de los trabajadores y trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro. Celebrar la vida en la valerosa denuncia de ejidatarios que se niegan a ser desalojados de sus tierras. Celebrar la vida en la digna experiencia de los pueblos indígenas que desde su condición de marginación histórica se convierten hoy en constructores de esperanza en la defensa de su derecho a la libre determinación. Celebrar la vida en la valerosa resistencia de las viudas y familiares de los mineros muertos en siniestros que pudieron haberse evitado. Celebrar la vida en quienes defienden al migrante, que día a día se ve expuesto a las más terribles atrocidades en su paso por nuestro país y celebrar la vida en las y los migrantes mismos que no obstante el sufrimiento que esto lleva consigo, perseveran en la búsqueda de una vida digna para ellos y ellas y familias. Celebrar la vida en todas las familias que salen a las calles, buscan en los cuarteles y denuncian públicamente la desaparición forzada o la ejecución de sus padres, sus hijos e hijas, esposas y esposos. Celebrar la vida en todas las comunidades que se niegan a aceptar la destrucción del medio ambiente por la instalación de basureros tóxicos y mineras extranjeras y nacionales. Celebrar la vida en todas las mujeres que se niegan  a ser violentadas y heridas por sus parejas, sus familias y el Estado. En cada una de ellas, celebramos la vida de las mujeres que llevan a juicio al Estado Mexicano responsable de la violencia y desaparición de tantas otras mujeres. Celebrar la vida de todos y todas las defensoras de los derechos humanos que se organizan para proteger la vida de los más pequeños y débiles. Y celebramos con ustedes, que en esta Navidad se nos sigue invitando a ser constructores de “paz en la justicia”.
Con palabras llenas de esperanza, tomadas del Evangelio, he querido transmitirles mis mejores deseos para esta Navidad, que la felicidad de ustedes y de sus familias provenga de la entrada de Cristo en sus corazones, en sus hogares y en toda la sociedad. Lo mismo deseo, de todo corazón, para el nuevo año que está por comenzar. Con un abrazo afectuoso les digo: ¡MUCHAS FELICIDADES!.

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