Tuesday, June 02, 2009

Asume el abanderado del FMLN la presidencia y fija prioridades: empleo y seguridad social

Chávez no asiste a la ceremonia por presunto complot para asesinarlo: canciller venezolano
"No tenemos derecho a equivocarnos", dice Mauricio Funes en El Salvador



Mauricio Funes recibió ayer la banda presidencial de manos de Antonio Saca. Observa la esposa del nuevo presidente salvadoreño, Vanda/ Foto Reuters

Blanche Petrich y Claudia Herrera
Enviadas

San Salvador, 1º de junio. El nuevo presidente de El Salvador, Mauricio Funes Cartagena, proclamó al asumir al frente del primer gobierno progresista de este país: "Es nuestro turno y es nuestra responsabilidad". Anunció: "Vamos a construir un nuevo proyecto de nación, a transformarnos para dejar de ser este pequeño país que se convirtió en un gigante de la desigualdad. Tenemos que recuperar el tiempo perdido".

En el discurso inaugural anunció también que la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba será inmediata. El aviso fue saludado con estruendo por el auditorio lleno y por el vicepresidente cubano Esteban Lazo quien, emocionado, aplaudió de pie.

Seis horas después, en una ceremonia en la casa presidencial, se materializó la esperada propuesta con la firma protocolaria que realizaron el canciller salvadoreño Hugo Martínez y el vicecanciller cubano Alejandro González Galeano.

Al cambio de poderes, que muchos protagonistas definen como histórico, dos presidentes de países que son referencia obligada para el nuevo gobierno de Funes, Venezuela y Nicaragua, marcaron su distancia con su inasistencia a la ceremonia inaugural, pese a que sus visitas estaban confirmadas hasta horas de la madrugada.

Llega Ortega con un mensaje

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, voló de Managua a San Salvador cuando la transición ya había concluido y asistió por la tarde a la celebración popular que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) había organizado para su militancia en el estadio Cuscatlán. Ahí, frente a sus homólogos Rafael Correa, de Ecuador, y Fernando Lugo, de Paraguay, transmitió un mensaje cargado de significados políticos al asegurar que Hugo Chávez no acudió a la cita en San Salvador porque no se lograron los acuerdos necesarios para garantizar su seguridad personal.

El canciller venezolano Nicolás Maduro, que sí vino, confirmó la versión de Ortega, y señaló que había un supuesto complot de la ultraderecha para asesinar a Chávez.

Horas antes, las conjeturas se desataron en torno a la ausencia de Chávez y Ortega por la postura que Funes ha preferido asumir, en el extremo más moderado dentro del diverso abanico de la nueva tendencia progresista que ha avanzado en América Latina, en la que ya sólo México y Colombia, con gobiernos abiertamente conservadores, permanecen al margen.

Sobre esta geometría política entre los "radicales" y los "moderados" de la ascendente izquierda latinoamericana que se maneja en los medios convencionales, Funes dijo: "dos líderes que tuvieron un fuerte contenido simbólico en mi campaña fueron Barack Obama y Luiz Inacio Lula da Silva, mi amigo. Cuando mis adversarios intentaron descalificarnos a mí y a mi partido, el FMLN, buscamos en sus ejemplos la prueba de que líderes renovadores, en lugar de ser una amenaza, significan un camino nuevo y seguro para sus pueblos".

Tampoco llegó el presidente Evo Morales, de Bolivia, pero éste había anunciado con días de anticipación que por problemas de agenda no podría venir, según confirmó el canciller Hugo Martínez. Quienes sí estuvieron fueron Fernando Lugo, de Paraguay; Rafael Correa, de Ecuador; Michelle Bachelet, de Chile, y Manuel Zelaya, de Honduras, entre otros. De otras regiones asistió el presidente de la República Árabe Saharauí, Mohamed Abdelaziz. Entre los invitados –pero no entre los dignatarios en representación de sus gobiernos– estuvo la secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton. Por cierto, en los registros del aplausómetro el Presidente Felipe Calderón no destacó por su popularidad ante el respetable.

"¡Somos libres!"

Mauricio Funes inició su jornada con una visita a la cripta debajo de la Catedral Metropolitana donde está enterrado el arzobispo Oscar Arnulfo Romero, asesinado por sicarios ligados al gobierno en 1980. El día de su entierro, en ese mismo lugar, ocurrió otra matanza, una de las muchas que sufrió este país en aquella década.

Ése fue el único gesto que hizo el presidente hacia su gran pendiente, la agenda de los derechos humanos, sobre la cual ha reiterado que no abrirá el capítulo de la amnistía decretada para los perpetradores de crímenes de guerra como parte de los acuerdos de paz de 1992. Funes llamó a monseñor Romero "mi maestro y mi guía espiritual".

A las 9:55 de la mañana, finalmente, el presidente abanderado del FMLN se ciñó la banda presidencial. Instantes después, juró en el cargo el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, líder histórico de una de las fuerzas guerrilleras más numerosas dentro del FMLN. La ancha cara de este hombre apacible, maestro rural, de arraigo campesino, marxista ortodoxo y a quienes muchos describen simplemente como "un buen hombre" resplandecía. Y la de su compañera de visa estallaba en orgullo y felicidad.

El enorme auditorio aclamó. Muchos se abrazaban. Una voz entre la multitud gritó: "¡Somos libres!" Risas liberadoras lo celebraron. Uno de los presentes, hombre de reflexión, replicó por lo bajo: "Sí, libres para trabajar como nunca lo hemos hecho, porque esto no va a ser gratis".

Entonces sí, ya jefe de Estado, Funes soltó la mano de su inseparable esposa, Vanda Pignatto, y se instaló tras el micrófono.

En su discurso no escatimó críticas directas a la derecha política y empresarial que, bajo el nombre de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), gobernó los últimos 20 años y bajo otras siglas, apuntalada por el estamento militar, detentó el poder autoritario casi todo el siglo XX. "No tenemos derecho a equivocarnos, no cometeré el error que cometieron otros: gobernar sólo para unos pocos". Con el ya ex presidente Antonio Saca a unos cuantos pasos y frente a las bancadas de los partidos de derecha, señaló directamente la responsabilidad que ha tenido en este estado de cosas la elite dirigente.

Después detalló el catálogo de buenos propósitos con el que llega para convertirlos en una política social sobre cuatro ejes: empleo, seguridad social, protección a los más vulnerables y comunidades solidarias, todos ellos, dicho sea de paso, actividades subsidiarias sin un sustento de productividad en un país con agujero fiscal que se estima en más de mil millones de dólarres.

Hizo mención especial al terrible problema de la inseguridad. Durante los 12 años de guerra civil murieron 75 mil personas; en los 17 años de posguerra murieron, por delincuencia común, 60 mil ciudadanos. Se dirigió a las maras, uno de los símbolos del lado oscuro de El Salvador que ahora ya tiene ramificaciones con el narcotráfico trasnacional. Su objetivo como presidente, dijo, será que las maras dejen su "submundo de antiley".

Para los migrantes, que dejan El Salvador a un ritmo de 300 a 700 personas diarias, según la temporada, tuvo un mensaje. Su propósito: que esta diáspora pueda regresar a su tierra con un horizonte.

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