Thursday, March 12, 2009

Trata de personas en Tijuana

La explotación sexual y su mercado fronterizo



La trata con fines sexuales es el tercer negocio ilícito más lucrativo, después
del tráfico de drogas y el de armas. En la frontera comparten territorio los tres
y la violencia sexual se diluye entre las emergencias cotidianas y la invisibilidad favorecida por el dinero y el moralismo.


Leonardo Bastida Aguilar




“Los niños cuestan dólares, no creo que le alcance”. No hay expresión en el rostro del joven de pantalones holgados y cabeza rapada, apenas un tono sarcástico, de ínfula de quien se sabe conocedor del sex business de Tijuana. Deambula por la calle Primera, en el corazón de la Zona Norte de la ciudad fronteriza, en espera de los dólares que casi siempre le llegan. Por no dejar, ofrece: “También hay videos”. Pero no espera respuesta, avanza hasta perderse en el interior de un edificio.

Hay bullicio en la Primera, música norteña en competencia con el reguetón. Decenas de personas caminan por el barrio, lleno de bares, restaurantes y farmacias. “¿Quieres divertirte?” “¿Qué estás buscando?” “Trescientos y el hotel, mi amor”, son frases recurrentes en los oídos de los transeuntes. La mayoría va de pasada, pero otros vienen especialmente a consumir algo de la amplia oferta sexual que se ofrece.

Tijuana se relaciona con sexo, con drogas, con fiesta. Por eso sigue recibiendo, pese a las balaceras y demás violencias cotidianas, muchos visitantes de Estados Unidos en busca de experiencias que en su país podrían acarrearles problemas legales. Un mercado muy atractivo para el trabajo sexual libre y para las mafias que controlan la explotación sexual de mujeres y menores de edad. La oferta es amplia y diversa: hay mujeres —paraditas o trotacalles, según el caló local—, transexuales y hombres. También, en rincones menos visibles, hay adolescentes de trece o catorce años en espera de clientes; regularmente son custodiadas por hombres situados en la acera de enfrente o a la puerta de algún comercio.

Trata es esclavitud

Muchas de las jóvenes e incluso niñas que sufren de explotación sexual provienen del sur del país o de Centroamérica. Muchas vinieron de paso, en espera de cruzar la frontera antes de quedarse varadas de este lado, otras fueron traídas con engaños por un “novio”, “amigo” o “esposo” quienes las obligan a prostituirse o las venden a las redes de explotación sexual asentadas en la zona. “En muchas ocasiones hay hijos de por medio, quienes por lo regular no viajan con la madre, ya que funcionan como mecanismo de presión para sojuzgar a la víctima”, indica a Letra S Óscar González Mendivi, coordinador general técnico de la Fiscalía especial para los delitos de violencia contra las mujeres y trata de personas (Fevimtra), de la Procuraduría General de la República.

Se trata del delito tipificado como trata, definido como “una vulneración prolongada de la dignidad humana, de la autonomía, de la libertad a la que tenemos derecho todos los seres humanos”, en palabras de Guadalupe Morfín Otero, la titular de la Fevimtra, entrevistada por Letra S.

El delito de trata no se refiere únicamente a la explotación sexual sino a cualquier tipo de acción que prive de la libertad a las personas y las obligue a realizar cualquier actividad, sometiéndoles a una situación de esclavitud o semi esclavitud, como en los casos de jornaleros reclutados en comunidades del sur y obligados a trabajar por salarios ínfimos en plantaciones de México o Estados Unidos. Pero el rubro que mueve más dinero sigue siendo la explotación sexual comercial. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, la trata con fines sexuales es el tercer delito más redituable después del tráfico de drogas y el de armas.

Los métodos de “enganche” para las víctimas de trata y explotación sexual son múltiples, lo mismo pueden ser contactados por Internet que por algún personero dedicado a reclutar jóvenes en comunidades sumidas en la pobreza, ya sea ofreciéndoles empleo, ayuda para emigrar a Estados Unidos o, incluso, estableciendo relaciones sentimentales.

El problema de la trata con fines sexuales está mucho más extendido de lo que parece y goza de una enorme tolerancia, tanto por el poder económico de los grupos que operan el negocio, como por la cultura machista que hace de la sexualidad femenina un objeto de consumo y de la violencia sexual un asunto que no merece la atención de las autoridades. “En México no se quiere reconocer públicamente el nivel de trata y explotación sexual comercial que tenemos”, señala una activista de Tijuana que ha recibido amenazas de muerte por su trabajo, razón por la que pide omitir su nombre y el de su organización.

Violencia, el precio por cruzar

Centenas de migrantes llegan a diario a esta ciudad para tratar de cruzar la frontera de manera ilegal. Cada año alrededor de 10 millones de personas pasan por Tijuana en su camino, legal o no, hacia Estados Unidos. Desde la sala de llegadas del aeropuerto es fácil localizar polleros, quienes prometen un cruce seguro a cambio de entre dos mil y cinco mil dólares.

Los altos precios son obstáculos no siempre previstos, por lo que muchos migrantes deben quedarse hasta reunir el dinero para pagar un pollero o para volver a intentar el cruce luego de ser deportados por la patrulla fronteriza estadunidense. La vulnerabilidad provoca que niños dejados por sus padres o mujeres sin dinero para seguir el viaje sean enganchadas. “Se convierten en presa fácil de las redes de trata, la gente que se dedica a eso sabe que es el momento para captarlos ofreciéndoles un trabajo por medio de un engaño”, dice María Teresa Aguilar Cruz, directora del Instituto de la Mujer para el estado de Baja California.

La violencia se extiende incluso a supuestas instituciones de asistencia. Muchos niños abandonados o extraviados por sus padres durante la migración son llevados a casas hogar que en algunos casos funcionan como lugares de explotación sexual. Según la organización Bilateral Safety Corridor Coalition (BSSC), con sede en California, la mayoría de estos lugares son operados por ciudadanos estadounidenses con nexos con las mafias de pedofilia en ese país. Estas células mexicanas también proveen de videos de sexo y violencia explícitos con adolescentes y niños.

Otros albergues ofrecen apoyo a mujeres para luego esclavizarlas y “rentarlas” para realizar trabajo sexual en campos agrícolas de California. De acuerdo con BSCC, las rutas de este negocio incluyen las carreteras 5 y 15 del estado de California por las que se traslada a las mujeres desde Tijuana hasta las plantaciones donde ya las esperan los dueños de los campos que han solicitado el “servicio” para sus empleados. “Ninguna mujer reporta que la violaron porque piensa que es parte de lo que tiene que pasar para ingresar a Estados Unidos”, comenta a Letra S un activista de BSSC.

El panorama de la explotación sexual comercial no es exclusivo de Tijuana. “Hay diversos puntos rojos, desde Tapachula, en la frontera sur, hasta la ciudad de México, Tenancingo, en Tlaxcala, las playas turísticas como Acapulco, Cancún, Puerto Vallarta o Los Cabos, donde hay un
boom del turismo sexual”, dice la fiscal Morfín Otero.

Si bien en 19 estados del país se han realizado reformas a los códigos penales para integrar el delito de trata de personas y que a nivel federal se promulgó en 2007 la Ley para prevenir y sancionar la trata de personas, organizaciones con trabajo en el tema señalan que es necesario visibilizar el problema, homologar las legislaciones, llevar un registro adecuado de los casos, combatir la corrupción en las instituciones de justicia y realizar un mayor trabajo con los grupos más vulnerables. La percepción es que no hay voluntad para darle atención integral al problema, la ley federal ni siquiera cuenta todavía con un reglamento que marque los pasos a seguir para su aplicación.

En San Isidro, a unos pasos del lado mexicano, otra activista, quien también ha recibido amenazas de muerte y ha tenido que mudarse a Estados Unidos, mira el ondear de la bandera mexicana a lo lejos, en Tijuana. “Todos saben que ahí esta la trata, en las calles, en los hoteles, en las playas y nadie hace nada. ¿Por qué? Porque es negocio de todos, de los de aquí y de los mexicanos de allá”.

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