Wednesday, September 03, 2008

Intento golpista en Paraguay




Por Niko Schvarz - Periodista

El presidente de Paraguay, Fernando Lugo, denunció ayer un intento de golpe de Estado contra su recién instalado gobierno, urdido por el ex presidente Nicanor Duarte Frutos y el general Lino César Oviedo. Es un hecho de extraordinaria gravedad. El ex presidente Nicanor Duarte Frutos declaró, apenas se conoció la victoria de Lugo, que se dedicaría con alma y vida a recuperar el gobierno para el Partido Colorado. El general Lino Oviedo estuvo encarcelado acusado del asesinato de Luis María Argaña (vicepresidente en la presidencia de Raúl Cubas), ahora preside una formación disidente del Partido Colorado (Unace) y fue electo senador.

El presidente Lugo convocó a una conferencia de prensa ayer para denunciar el intento golpista, que se había fraguado en la tarde del domingo 31 de agosto con participación descollante del anterior presidente Duarte Frutos, el general Lino César Oviedo, el ministro de la Justicia Electoral, Juan Manuel Morales, y el fiscal general del Estado, Rubén Candia Amarilla. Según su relato, el domingo 31, próximo a la hora 19, el general Máximo Díaz Cáceres, enlace entre las Fuerzas Armadas y el Congreso Nacional, fue convocado telefónicamente por el presidente del Congreso, Enrique González Quintana, para que concurriera a su residencia. Con ese fin le envió un vehículo. Pero sin saberlo, el general Díaz Cáceres fue trasladado a la residencia del general Oviedo. Al llegar fue recibido por el dueño de casa, y constató la presencia del presidente del Congreso, Enrique González Quintana, el ex presidente Duarte Frutos, el abogado Lelis Olmedo y los ya mencionados ministro de la Justicia Electoral Juan Manuel Morales y fiscal general del Estado Rubén Candia Amarilla. El general Díaz Cáceres fue invitado por Oviedo, según explicó el presidente Lugo, a una habitación contigua, donde fue consultado sobre "qué le parecía a las Fuerzas Armadas la crisis en el Congreso Nacional". El general respondió que ése era un tema que debía ser resuelto por los legisladores. Una vez que se retiró de la residencia de Oviedo, el general Díaz Cáceres informó a sus superiores sobre lo sucedido. La información fue trasladada al ministro de Defensa Nacional, Luis Barreiro Spaini, y al presidente Fernando Lugo.

En la conferencia de prensa el presidente Lugo declaró que la intención de los presentes en la reunión era evidente: tenían la clara intención de desestabilizar al gobierno, para lo cual un alto jefe militar era convocado a una reunión de ese carácter, sin el consentimiento de sus superiores y a espaldas de éstos.

El gobierno analizó los hechos en la noche del domingo y la madrugada del lunes, y resolvió hacerlos conocer de inmediato a la ciudadanía del país y convocar a una conferencia de prensa a todos los medios. El presidente describió los pormenores de la reunión y emitió este categórico pronunciamiento: "Como presidente no permitiré que las Fuerzas Armadas sean utilizadas por intereses sectarios. Insto a la ciudadanía a estar alerta ante posibles golpes. No permitiremos que se atente contra la libertad de nuestro pueblo". Como lo prometió en su discurso de investidura del 15 de agosto, su primera reacción fue apelar al pueblo, poner todos los hechos en su conocimiento, con total transparencia, y convocarlo a defender las libertades públicas y a evitar que Paraguay sea arrastrado una vez más a la vorágine de los golpes de Estado sucesivos.

Después de estas declaraciones firmes y rotundas en defensa de la legalidad, no tardaron en llover los desmentidos. El titular del Congreso, Enrique González Quintana, manifestó que no existía ninguna conspiración, y el abogado Lelis Olmedo negó haber asistido al encuentro en el domicilio del general Oviedo. Pero los hechos están ahí.

El detonante inmediato parece ser la parálisis que se ha apoderado del Senado por la presencia o no en su seno del anterior presidente Duarte Frutos. Este iba en primer lugar en la lista al Senado "oficial" del Partido Colorado, aunque el mismo se encuentra fragmentado en diversas tendencias contrapuestas que se pelean a dentelladas por las posiciones. Pero llegado el momento de prestar el juramento como senador, Duarte no pudo hacerlo porque seguía ocupando la presidencia. Tal situación no pudo destrabarse después que abandonó ese cargo, y si acepta ser senador vitalicio como ex presidente, tendrá voz pero no tendrá voto.

Más allá de esta circunstancia, el problema de fondo es que el anterior partido gobernante, dueño de vidas y haciendas y de todos los resortes del poder durante décadas, no soporta haber sido desalojado de la presidencia y conspira para recuperarla por cualquier medio.

Los últimos hechos resuenan como un redoblado alerta y convocan al pueblo paraguayo a ponerse de pie en defensa de la democracia.

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