Thursday, April 19, 2007

" La cárcel es para los pobres y para los rebeldes”

Manifestantes en contra del racismo en Bilbao


“Kartzelako lanak” es un libro escrito por Jon Etxeandia e ilustrado por Juan Antonio Olagorta “Txonta”. Jon entró en la cárcel con 21 años y acaba de salir con 39. Txonta ha pasado, de sus 45 años, los últimos 20 en el talego. Después de conocerles en una de las presentaciones de su libro, quedamos con ellos para hablar sobre la cárcel.

EZ:¿Podríais contarnos un poco los cambios que habéis visto en la cárcel en estos últimos 20 años?

Txonta: Con los presos políticos vascos, cada gobierno de turno, cada ministro de interior, ha probado una forma, porque todos han creído tener la solución. Yo entré en 1980, con Suárez y la UCD en el gobierno. Entonces la represión era burda, o sea, como existía en comisaría. Entrabas, te daban un kilo de ostias, pero sin preguntarte ni cómo te llamabas. En la cárcel era lo mismo. Yo llegué a Soria en agosto del 80 y me tuvieron tres horas contra la pared. Me metieron a un cuarto, me desnudaron, entraron unos inspectores de policía y cuando salí, un pasillo de porras hasta que entré donde estaban los demás compañeros. Entonces la cárcel funcionaba así, todo a base de palos.

La policía antidisturbios entraba para cachearnos a las mañanas y a las tardes. Es más, el que mandaba en la cárcel no era el director, sino un mando del ejército. O bien un teniente coronel o un coronel. Encima eran tan retorcidos que las compañías de policía que venían, y se quedaban unos tres meses, venían después de haber pasado igual otros tres meses en Euskadi sin salir de la furgona. Todo el día en manifestaciones y borrachos, porque eran de compañías móviles, que tenían el nombre de la ciudad de donde eran. Siempre venían con alguna baja. Claro, y les metían ahí directos. ¡Puá!, ¡cómo venían! desbocados. Hacían el recuento de las tres de la mañana ellos en vez de los funcionarios. Te entraban tres en la celda y te pegaban tortazos, o no, según lo que había pasado. Si había habido alguna ekintza en Madrid de algún militar, como el que mandaba en la cárcel era un militar, te sacaban igual a las tres de la mañana al patio y luego te hacían interrogatorios. Las visitas las llevaban inspectores de policía de paisano, te cacheaban al ir y al venir. La comida, la ropa y todo lo demás te lo cacheaban inspectores.

En aquella época te dejaban meter de todo. Por ejemplo, en comida no había ningún problema, en régimen disciplinario no había ni partes. O sea, en ese aspecto era el golpe y nada más. No existía control de ningún tipo. Te abrían a la mañana y estabas todo el tiempo abierto. Había una vida interna bastante amplia, de relación entre todos. Lo que pasa es que bueno, pues cuando las cosas... pues eso, había golpes. Después del golpe de estado de febrero del 81, para tranquilizar un poco el ruido de sables, nos llevaron a Puerto de Santamaría, otro nuevo tipo de prisión. El colectivo ya se dividió: había unos en Soria, otros en Carabanchel para juicios y otros en Puerto de Santamaría. En Puerto ya era una experiencia de régimen militar, un horario, una disciplina de formación con los funcionarios, la policía estaba pero no entraba, ya entró el funcionario a trabajar más con nosotros. Empezaron los psicólogos, pedagogos, te iban llamando. Era un estudio más científico.

Cuando ganó el PSOE, Barrionuevo inventó lo de Herrera de la Mancha. Llegamos a Herrera, nos dividieron en módulos y otro experimento más. De hecho, él quería meter a la Guardia Civil dentro, que estuviera con nosotros dentro de los módulos, pero tuvo un enfrentamiento bastante fuerte con el ministro de Justicia, Ledesma. Pero aunqué ganó Barrionuevo -porque Ledesma dimitió- no entró la Guardia Civil. Y ahí empezó un nuevo régimen, más militar y más controlado. Para romperlo estuvimos diez meses txapaos. Sin salir de la celda para nada, ni visitas, ni cartas, ni nada. Y eso se venció, lo que pasa es que ya había más control para todo. Las cartas tenían que llegar abiertas, el funcionario te cacheaban todo el día la celda, apuntaban todas las cosas que tenías...

Jon: Te grababan las visitas. No es que tú digas, me estarán grabando... No, es que te lo decían, era sistemático.

Txonta: Entonces ya empezó el control más científico, de individualizar a la persona. Qué lee éste, si estudia, si no estudia, qué hace durante el día, todo. Luego eso se acentuó con la dispersión, que empezó de manera experimental en el 87, sólo con unos cuantos y se paró ahí. A mí me llevaron en el 88, por ejemplo, y todavía llevaban a poca gente. A finales del verano del 89.

Jon: Después de la ruptura de la tregua de Argel... Txonta: Es cuando la dispersión se hace total: Canarias, Ceuta, Melilla... A cada uno no le llevan porque sí a un sitio. A quien veían que bueno, que ya las cosas le caían un poco grandes, que todo el mundo pensaba que a ese le llevarían al sitio más puteado para agudizar, qué va, le llevaron al sitio mejor. Y así fue, toda la dispersión no fue porque sí.

Hombre, siempre se equivocan, por supuesto. Entonces se equivocaron porque ellos pensaban que con la dispersión la gente se iba a ahogar. Nunca habíamos estado en esa situación de estar solos y creyeron que la gente se iba a buscar mucho más la vida a nivel personal, pero no fue así. El que se tuvo que arrepentir, se arrepintió, pero el colectivo siguió funcionando sin problemas. Y ahí entró la fase esa de trabajar mucho más a la persona, de ir aislándola, que tú te sientas que, aunque perteneces a un colectivo, no formas parte de él porque al fin y al cabo estás en un patio, no te ves con nadie o sólo con otro, y estás con presos sociales. La familia se tiene que buscar la vida para venir a visitarte. Ya no hay un grupo de familiares que viajan juntos. Era el intento de romper un poco todo eso, el ser parte de un colectivo. Era una estrategia política, por eso la apoyó el PNV. Hoy en día la dispersión ha perdido ese objetivo, tiene sólo el objetivo de castigo, al preso y a los familiares.

Luego, después de la C.O.P.E.L. (Coordinadora de Presos en Lucha) empezaron a aplicar los grados a los presos sociales, y posteriormente también a nosotros, para tratar de confundirnos y crear malos rollos entre unos y otros. “Ese tiene vis a vises y tiene esto, y tiene lo otro, está en segundo grado, puede salir a talleres, tiene ocho horas...” Y otro está en primer grado y en primera o en segunda fase. Hoy en día en primera fase me parece que ya no queda nadie con dos horas, pero bueno, te pueden tirar para atrás rápidamente. Hay una primera fase que son cuatro horas de patio y veinte de celda y no puedes acceder ni a talleres, ni a ninguna actividad. Patio y punto. Y muchas veces estás solo en el patio. Y no es porque hagas más o menos que otros, no. Ellos te catalogan de una forma, por lo que sea, y si a alguna persona le ven que tiene algún problema, pues ahí juegan con él, traslados... Juegan mucho más la baza psicológica. Estudian mucho más a la persona. Cosa que antes no se hacía.

EZ:En concreto, ¿quién hace todo este seguimiento?

Txonta: Es el denominado Centro Directivo, que está en Madrid. Lo forman funcionarios, inspectores de policía, gente del Ministerio del Interior, etc. Ahí es donde se aprueban todas las instancias para visitas de amigos. Donde por ejemplo a uno le dan visitas con amigos y a otro no, y a este sí y con este no. Ahí lo estudian todo. Los grados, traslados, etc. De hecho, yo he salido ahora en abril y tenía intervención de correspondencia. Las cartas que recibía en euskera las mandaban al centro este a traducir y te las devolvían al de un mes. Pero luego ya, todas. Las de castellano, tanto al salir como al entrar, iban un mes a Madrid. Y eso que el reglamento penitenciario dice bien claro que sólo se mandarán al Centro Directivo cuando no se puedan traducir o cuando se desconozca el idioma en el centro. Pero las llevan a Madrid porque no se fían de los funcionarios. Claro, el que es militante las va a leer a rajatabla, pero el que no, sacar la paja del grano, pasa totalmente, a no ser que ponga una burrada. Allí en Madrid hilan mucho más fino y están en esa dinámica. Más control. Saben hasta tu estado de ánimo, todo de ti.

Jon: Mira, hay unas fichas, fichas FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento), donde se establecen varias categorías: presos sociales peligrosos, según ellos, que hacen motines, son fugistas o que es gente del Apre, de asociaciones de presos que han ido surgiendo; luego hay otra categoría que es para narcotráficantes y también hay otra que es B. A. (Bandas Armadas). Nosotros por ser políticos estamos ya en ese fichero FIES. Todos los días rellenan una ficha y el funcionario tiene que hacer un informe: con quién has paseado en el patio, preguntas de estudio individualizado, etc.

Txonta: En la época del PSOE estaba el antiguo director de Langraiz, un tal Avilés, que se dedicaba a recorrer todas las cárceles en plan político. A mí personalmente no me llamó, pero yo estaba en Cartagena y allí llamó a dos compañeros míos, hablándoles de la tercera vía, de la vía Esnaola, así te iba tocando políticamente. Luego te cambiaba a una cárcel, te cambiaba a otra, subía diez a Langraiz, y ahí, pues bueno, que pasa esto, oye hay que hacer un comunicadillo. Y claro, si no te prestabas al juego, bajabas hasta abajo y traía a otro. O sea, el PSOE sí ha jugado muchísimo. De hecho, con respecto a nosotros, siempre tenía una puerta abierta, siempre estaba el rollo de la negociación, pero llegó Oreja y cerró todas las puertas. Que no iba a entrar en si este es bueno y este es malo. La dispersión continúa y punto. Y de hecho, no hubo más rollos de esos.

Jon: Querían buscar una escisión. Promover un movimiento, que salieran públicamente quince o veinte presos contrarios a la lucha.

Txonta: Te venían y decían: “Oye esta carta es de un compañero tuyo que me ha dado para vosotros, para que leáis”. Y a veces existían y otras se las inventaban. Jugaban con que estabas aislado.

Claro, hay gente que quieras que no le pesan los años, y no es que se haya arrepentido, pero si está en Burgos, mejor que si está en Puerto, y si está en Langraiz, mejor que si está en Burgos. Entonces, pues si hay que portarse de una forma, pues se porta de una forma. Ni es quitar nada, ni es poner nada. Es la supervivencia dentro de la cárcel.

Jon: De todas maneras, las expectativas que ellos tenían no les han funcionado. Durante unos años pudieron hacer un discurso autocomplaciente de que la dispersión funcionaba, pues porque éste se ha arrepentido, porque el otro no sé qué, pero todo eso se acabó.

Txonta: Además, un tanto por ciento de esos arrepetidos no es que estén en contra de nada. La cárcel te vence y punto. Bien porque entras en un estado de agobio, bien por rollos familiares. Por mil circunstancias de la vida. Cada persona es un mundo. Es otra cosa que no se ve desde fuera, desde donde se ve más el colectivo. Pero cada uno lo vive de una forma diferente. La cárcel te va venciendo. Y no es porque estés en contra de la situación política, o de la línea política. Habrá gente que sí, pero hay mucha gente que no. Dan los pasos de buscarse un poco la vida dentro de lo que es la cárcel, pero porque la situación le ha ganado. A esa gente, respeto, no estás de acuerdo políticamente, pero respeto total. Una persona que te dice: “Mira, yo he llegado hasta aquí y no doy más de sí, voy a pedir el grado. Digo que ya no pertenezco a ETA y que voy a pedir el tercer grado para buscar la zona de permiso”. A esa persona qué le vas a decir. Nada. Es que es así. Ahora, al que te empieza a justificar su derrota en base a un rollo político porque no sé qué... lo mandas a la mierda y punto.

EZ:¿Qué nos podríais decir de la sanidad en la cárcel? Jon: En la cárcel tú igual puedes tener médico cinco días a la semana, pero como tengas una enfermedad grave, la has jodido, porque es un sistema y una burocracia que... así se han ido compañeros.

Txonta: El médico, por lo general se suele enrollar. Si tú le pides pastillas, te da todas las que quieras. Pero como tengas algo más serio y tengas que pedir un traslado, que te tienen que sacar fuera a hacer placas y eso, ahí viene el problema. Porque claro, él tiene que pedir permisos y tiene que justificar y entonces la dirección le dice: “Oye, pero qué pasa”. Ahí es cuando reculan y lo dejan todo en manos del juez de vigilancia. Y claro, el juez de vigilancia por lo general se pliega a la junta de régimen, que son los que mandan hoy en día. Tienen un poder absoluto. La Junta está formada por el director, el subdirector, un funcionario que manda en todos, que es el más antiguo por lo general, el educador, el médico y el psicólogo. Lo que pasa es que ahí es el director el que marca mucho la pauta a seguir, y además tiene veto. Por lo general es el director quien hace y deshace. Y los directores suelen ser gente de confianza, aunque tengan una categoría dentro de lo que es el funcionariado, porque es un puesto de designación. Entonces claro, si hay una directriz marcada de Madrid de Instituciones Penitenciarias con respecto a nosotros, por supuesto que el director va a marcar esa línea. Respecto los jueces de vigilancia puedes pillar alguno que bueno, no es que te dé nada, sino que aplica la ley. Pero por lo general, se ve claramente que nadie sale con libertad condicional. Los jueces de vigilancia no se enfrentan porque es ir contracorriente: “Pues mira, éste le ha dado la condicional a un preso de ETA”, quedan muy marcados políticamente. Ha habido una jueza, Ruth Alonso, que se enrolló un poco en alguna época y se la comieron. La recurrió el fiscal, la pusieron contra las cuerdas y entonces se acojonó. Pero esta es la única que ha dado libertades condicionales. Fue algo muy excepcional y porque trabaja y está aquí en Euskadi. Y lo mismo para cualquier traslado. Yo he salido ahora de la cárcel de Lugo y ahí hay un compañero que tiene un ramillete de ganglios en la boca y al final de la lengua que le crecen y después de mucho le sacaron y le hicieron las pruebas y había que matárselos con láser, pero allí no había. Hay en Donosti, y él es guipuzcoano. Le deberían traer a Martutene, pero él médico dice que no, y el juez de vigilancia también dice que ¡buf!, que no, que eso que depende de Madrid. Al final, siempre es la junta de régimen, y la junta de régimen es la política del gobierno.

EZ:Otra estrategia del Estado ha consistido en utilizar a presos para atacaros físicamente.

Txonta: Con los presos sociales intentaron hacer eso, en Alcalá en el 91, una especie de GAL carcelario, pero el problema que tenían ahí es que claro, quién está dispuesto, dentro de los presos sociales a tirar pa’lante. Pues tiene que ser un tío lanzado. Y un tío lanzado ¿quién es? El que está chupando primer grado. Y ese está conviviendo contigo y está igual de puteado que tú. Y tú le ayudas y él te ayuda. Al que está choteándose, que está en el patio, que es un pringadillo, a ese le dicen y se caga. La gente no se moja en eso. Y el único que se puede mojar es el que tiene ruina. Y si tiene ruina, como no tiene nada que perder, es el que más se enfrenta al sistema. Y está en situaciones siempre jodidas que tú siempre denuncias. Necesitan, como dicen en la cárcel, a “un hombre”. Y claro, ése, como es un hombre precisamente, pues está jodido. Y está jodido al lado tuyo.

Apoyo amigrantes en el Barrio de la Zabala en Bilbao

Jon: Es tan rebelde como tú.

Txonta: Y claro, tocaron a alguno de esos y nos lo dijeron rapidamente. “Oye, mira lo que han venido diciéndome, andar al loro, porque igual alguno pica. Nosotros también ya estaremos aquí”. Así que no encontraron a nadie. Por ejemplo, le tocaron a Juan, que luego se escapó del barco en un traslado, a Redondo, que la lió luego en Gijón, y mató un madero intentando escapar de los Juzgados. Ese está vivo de milagro, porque le metieron ni se sabe. Un tío bravo. Pero, claro, ese tío bravo es colega nuestro. A Garfia también le conocí en Valencia, lo mismo. Al final, quieras que no, te ganas al patio. Ellos, aunque quieran meter cizaña...

EZ:¿Cómo era el tema de los estudios?

Jon: Cuando estábamos en Herrera de la Mancha la gente empezó a estudiar carreras y teníamos posibilidades de estar entre nosotros, de comentar. Había problemas porque todo el material en euskera lo mandaban a Madrid a traducir y tardaba mogollón de tiempo. Y luego, si un curso normal empieza en septiembre o en octubre y acaba en junio, pues tú te encontrabas con que te daban los apuntes y te decían “el examen es mañana”. Luego, en según que regímenes, sólo puedes tener dos libros en la celda. Además, si antes los profesores para atender a todo el colectivo tenían que venir a dos cárceles, pues no sé, a Alcalá y a Herrera, por ejemplo, en un desplazamiento de dos días nos veían a todos, nos traían libros. Pero con la dispersión, estando, imagínate, 50 estudiantes de periodismo en 25 cárceles diferentes, ya no nos podíamos reunir con ellos como nos reuníamos antes. Ellos también se ven mucho más limitados, y aún así la gente sigue estudiando.

Txonta: Claro, estudias todos los días un poco, no te dejas. Y también culturalmente. Yo había estudiado maestría y luego estaba en peritos y en la cárcel estudié pedagogía. Hasta cuando estuve en primer grado primera fase, que son dos horas de patio, que te quitan todo y no tienes nada en la celda. Pero tienes todo fuera en una taquilla y si pides un libro te lo dan. No tienes nada para que el cacheo sea más fácil para ellos. Y para que tú también estés incómodo. Los cambios de celda por eso son. Para crearte incomodidad. Tener que recoger todas las cosas, te meten a la celda más sucia, para que estés todo el día limpiándola, y al de un mes, otra vez, vayas a otra celda a limpiarla. O cuando estás dos meses en un patio, que ya más o menos conoces a la gente y tienes una pequeña relación de amistad, te cambian a otro módulo y a empezar otra vez. Es la incomodidad, el que no estés a gusto en un sitio. No es más que eso. Es el puteo.

EZ:Por ejemplo, la sexualidad se utiliza también para presionar a la gente.

Txonta: Claro, los vis a vis. En toda Europa no existe vis a vis íntimo, sólo hay aquí y desde el 83, con el primer ministro de justicia del PSOE, Martínez Zato. Entonces pasó de ser una gracia a ser un derecho. Pero duró muy poco, porque en el 83 nos llevaron a Herrera y nos los quitaron. Yo estuve cinco años en Herrera y sin vis a vises. Luego fui a Cartagena y a través del juez ganamos el vis a vis. Con la dispersión quitaron todo, y todo se recuperó con recursos. El juez me lo dio, pero, ¿qué pasa? Que desnudarse para ir, desnudarse para venir, pues te negabas y así estuvimos otros cuatro años sin vis a vis. Y luego la época de Valencia, que estuve ahí cinco años y donde más, y luego un año y medio en Lugo. Donde más en los últimos años. Lo demás...

Jon: Es que han jugado con eso.

Txonta: Si la relación es de por sí escasa, si quitas también la física, entonces la relación se queda más escasa todavía. También es una forma de rebajar la tensión y de dar premios a la gente, porque a un tío que está trabajando le dan vis a vises y más hoy en día, que con el Nuevo Código Penal han suprimido las redenciones. El vis a vis es un caramelo que tienen ahí y juegan con él. A favor y en contra. Cacheo desnudo. Siempre es el rollo de buscarte tu contradicción propia, de tocarte un poco la dignidad.

Jon: Contradicciones tenemos todos, yo un montón: “Habré hecho mal esto, lo otro”. El crearte mal rollo contigo mismo. Por ejemplo, cuando estaba en Canarias, en Salto del Negro, estábamos igual diez de ETA, todos en primer grado, pero para que no estuviésemos juntos, nos metían a unos en el Módulo 1, a otros en el 2, en el 3 y a alguno en aislamiento, y se metían más con ese. Después, igual, pasa tu época, cogen a otro compañero, y empiezan con él. Lo que te costaba era llegar a las celdas de castigo porque tú estás en un módulo, tranquilo, vas a hacer tu vida, a evitar los problemas. Pero ellos te los buscan. Y sabes que si te rebelas, vas al módulo de aislamiento, y puedes ir encima con unas ostias. O sea que a aislamiento costaba llegar, pero una vez allí, que no tenías nada, eras feliz. No te cortas en las cartas, haces denuncias. Tienes tus momentos de satisfacción, no te levantas en los recuentos... Los tíos no tenían ni por dónde echarte mano. (Me traían partes por no levantarme a los recuentos -los compas habíamos quedado en no levantarnos- ). Pero claro, eso es a base de renunciar a muchas cosas.

Txonta: Claro, ese es el problema. Es que tampoco puedes entrar en la dinámica de renunciar a todo, de convertirte en un asceta. No quiero nada, soy feliz. Siempre tiene que haber un equilibrio. Si no deseas nada en la vida, pues claro, eres feliz. -“Te quitamos esto”. “-¡Ah, pues quitármelo!” Al final te quedas con la celda vacía y dices, bueno, ya no pueden quitarme nada. ¡Pues qué de puta madre! Tampoco es eso. Tiene que haber un equilibrio. Yo creo que la cuestión es entrar al juego cuando tú quieres, no cuando quieren ellos. Por ejemplo, este verano pasado, cuando se rompió la tregua, a las tres de la tarde vinieron quince tíos. Me sacaron de la celda, dejaron todo como un solar. Y la pluma estilográfica que tenía desde que entré en la cárcel, cogió el tío y se la llevó.

- Y eso, ¿qué?
- Eso retenido. No se pueden tener plumas estilográficas.
- ¿Desde cuándo no se pueden tener plumas estilográficas?
- Desde que lo digo yo, desde ahora mismo. Y vinieron cuatro o cinco con los guantes amarillos, los de dar. Jode, estos me están buscando la boca.
- ¡Ah, desde hoy! ¿no?
- Sí, sí, desde hoy.
- ¡Bien, no, por saber! Ha cambiado hoy el reglamento, pues vale.
- ¡Oiga, venga Vd. aquí!
- No no, es que si llevo casi 20 años con la pluma y no sabía que no se podía. ¡Vale, vale!

Al día siguiente eché una instancia al director diciendo que se me había retirado una pluma estilográfica y me la devolvieron, porque era ilegal. Lo que pasa es que ese tío viene a lo que viene, entonces si yo le doy pie... ¡Llévatela, ala guapo! El funcionario que me la devolvió me dijo “jode, es que no veas, vaya pasada que se han pegado”. El funcionario flipaba. Y no sólo con eso, ¡se llevaron un montón de cosas...!

A ese trapo no entro yo. Claro, tú te la guardas y luego siempre le pillas en un pasillo sólo a alguno de la banda y le dices “¡Qué!”, y entonces ya es otro. Es la ostia. Y si hay presos sociales alrededor, más todavía, porque ya el tío se queda cortado. Además se queda, “joder, fíjate tú cómo le está hablando” y él se queda como una mierda. Y le jode un montón.

Jon: Es cierto que los momentos de enfrentamiento con la cárcel hay que regular, hay que saber cuándo entrar, pero hay veces que no te queda más remedio que saltar, porque son ellos los que te ponen en situaciones límite. Ahí funciona mucho la estrategia de la provocación. Hay veces que te llaman hijo puta y te entra por aquí y te sale por aquí. Y hay otras que a la mínima le saltas al tío.

EZ:¿Hay diferencias muy grandes de unas cárceles a otras?

Txonta: El director corta ahí mucho. Él tiene una serie de directrices que pueden ser llevadas a su extremo más o su extremo menos.

Jon: Se dan situaciones absurdas. Tú vas a Málaga, al módulo de aislamiento y allí te quitan los palos de la fregona, pero tú tienes el mocho, la lejía y el cubo dentro de la celda. Por las mañanas viene el tío y te da el palo y tu limpias. Luego te llevan de Málaga a Melilla y allí las cosas funcionan al revés. No puedes tener lejía dentro y lo único que tienes son los palos.

Txonta: La alimentación también varía mucho de cárcel a cárcel, pero en general es muy pobre. De hecho, si te alimentas muchos años con lo mismo... Es todo mucha grasa. Los médicos te dicen que mucha gente llega a la cárcel deshecha de la droga y que necesitan una serie de proteínas, de grasas que no tiene en el cuerpo: “Vd. ya sé que no, pero...” En el 92-93 empezaron unas dietas alternativas. La dieta musulmana, por ejemplo, cuando se llenó de musulmanes, que no tiene cerdo y luego dietas vegetarianas, que parece que te mueres un poco de hambre. Yo con la vegetariana he estado muchos años, porque si no es cerdo, cerdo, cerdo y grasa, grasa, grasa. Y luego tienes un poco de economato, con las latas de atún, anchoas, sardinas, y chocolate, frutos secos. Entre un poquitín que tiras de allá y un poquitín de la comida, pues vas tirando. Luego hay cárceles que se puede comprar en la calle por demandadero, das dinero y te lo traen. Yo he estado en Valencia y no dejaban, y en Cartagena tampoco. Y llegué a Lugo al final y podías pedir de todo. Ahora bien, eran cinco veces más cabrones que en Valencia. No hay un patrón. Es tipo España. Cada uno funciona a su puto aire.

EZ:Y ha variado también el tipo de delitos por el que la gente entra.

Txonta: Comparando con 1980 en que entré yo, ahora la media de edad es increíblemente más joven, bueno, a parte de aumentar el número de presos. Cuando entré yo había 10.000 ó 12.000 y ahora llegan a los 45.000. Antes veías que todos eran gente mayor. Ahora ha variado la edad y el delito. Ahora vienen por pequeños tirones, por trapicheo barato y son pero críos, críos.

Jon: La cárcel es para los pobres y para los rebeldes, la ostia.

EZ:Y eso también influirá en cómo se vive en la cárcel, ¿no?

Txonta: El tema del compañerismo entre los presos sociales ha degenerado muchísimo. De hecho, hoy no existe. Los últimos motines fueron en verano del 92. Si había un problema en la cárcel, igual la voz cantante la llevaban cinco, pero todo el mundo se sumaba. Hoy en día el rollo de reivindicación conjunta no existe. Hoy todo es muy individual, muy personal. Es gente muy joven, y también está la heroína, las pastillas. Estos ya no tiene amigos, sólo intereses. Hoy puedes estar muy bien con él y mañana no. La amistad es en base a lo que te puedo sacar a tí y tú a mí. Jon: Pese a todo, en la cárcel se pueden producir chispazos. Las cosas están tranquilas y de repente un día se monta una que..., bueno eso ya cada vez se ve menos, no, pero... Txonta: Ya, pero siempre por un interés. Porque uno no le ha pagado la droga, o cosas así. No es porque el rancho venga malo, porque yo he visto que una vez la comida olía... y empezaron unos cuantos: “Oye, que no se coge la comida, que no se coge” y otro: “¿Cómo que no se coge? ¿Por qué no se va a coger? -Joder, cagüendios, que está el funcionario ahí?” “Venga, la cogemos y la tiramos”. ¡Ya, los cojones! Pero antes sí. Se cogía y se tiraba a la mierda. La bandeja y la comida. Pero eso ya ha cambiado.

EZ:Bueno, fuera también ha cambiado.

Txonta: ¡Es un reflejo! Lo que hay allí es lo que hay aquí. La gente que está allí viene de aquí. No viene de otro planeta. En todos los aspectos.

EZ:Después de tantos años dentro, salir a la calle debe ser...

Jon: La cárcel tiene como tres momentos. El primero cuando entras, la intimidación, algo que se te impone, y eso que pasar de una comisaría a una cárcel puede ser hasta un alivio. Es el momento en el que te intimidan. Luego, el segundo tiempo es el rutinario, es el tiempo de la cárcel, para ejercer presión sobre el individuo. Y el tercer tiempo es cuando el prisionero recupera la libertad. Ahí pueden pasar dos cosas: que salgas con tu dignidad y con tu rebeldía o que lleves la cárcel dentro de tí. Que te hayan presionado tanto que ya eres una persona con miedo a la vida. O sea, “no voy a hacer esto porque no sé qué”. Esto no es un pensamiento mío, lo escribió el psiquiatra judío alemán, Viktor Frankl, que vivió en los campos de concentración. También hay una escena en la novela “Jakob, recuerdos de un rebelde”, que era un bandido anarquista de Francia, y lo de bandido es con afecto, vaya, él lo que robaba era para el movimiento y así, que estuvo muchos años en prisiones francesas de ultramar, y entonces al cabo de los años vuelve a Francia, a París, ya después de que le hubiesen jodido un montón, y entonces pasa por delante de una puerta y había un cedazo que debía ser de plata, y aunque él pasaba del cedazo, sólamente por demostrarse a sí mismo que todavía tenía esa chispa dentro de él, coge y ¡plás! Después no sé si lo tiraría o qué, pero cuando leí eso, pensé: ¡éste es el punto! Lo fundamental es eso. Que hayas pasado por ahí, por la máquina, pues eso, una condena de 30 años, ni te lo imaginas, y mira, poco a poco van pasando los días, te vas situando mentalmente, le vas dando un sentido a esto, y consigues darle la vuelta y al final vienes y dices, hemos salido y aquí estamos, para seguir caminando, para seguir aportando lo nuestro, pero desde la dignidad.

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