Saturday, April 07, 2007

Del Desfiladero de Jaime Avilés: La caída al barranco

Blanche Petrich acaba de ir a Soledad Atzompa, municipio donde vivió y murió doña Ernestina. Su reporte detalla que, el 25 de febrero a las cinco de la tarde, la mujer fue encontrada malherida en un paraje de la comunidad de Tetlatzinga y que desde ese momento y hasta que expiró, casi 12 horas después, fue vista y oída por 15 personas, a quienes refirió que la habían violado cuatro soldados que estaban comiendo naranjas cuando se fijaron en ella. La presencia de las cáscaras, como se sabe, fue corroborada por muchos testigos en el lugar de los hechos.

Testigos de ese relato, escribió Blanche, son los hijos de la señora, Julio, Marta y Francisco; los vecinos Luis Aguilar y José Vázquez, la enfermera de la clínica rural de Acultzinapa, de nombre Luisa; un médico de Ciudad Mendoza y tres más del hospital regional de Río Blanco; el alcalde Javier Pérez Pascuala, un regidor, un policía, un juez de paz y René Huerta, líder de la Coordinadora Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica.

Todas esas personas, más el acta de defunción firmada por el doctor Juan Pablo Mendizábal, la autopsia número 070276634 suscrita por tres forenses, el dictamen del subprocurador Miguel Mina Rodríguez y declaraciones del procurador estatal Emeterio López coincidieron en que la mujer fue víctima de violación sexual tumultuaria en la cual recibió lesiones que le originaron la muerte.

Todo se modificó, sin embargo, cuando, el 13 de marzo, entrevistado por Elena Gallegos y Claudia Herrera, Felipe Calderón dijo que la anciana había muerto por una "gastritis crónica no atendida". Pero el sucesor de Fox pasó por alto varias cosas. Por ejemplo, que la noche del 26 de febrero, al enterarse del deceso, el coronel José Soberanes, responsable del campamento militar de Tetlatzinga, anunció ante más de 300 personas que cuatro soldados estaban arrestados e iban a ser "investigados por ese crimen" (Proceso, 1587).

O que Noemí Quirasco Hernández, presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Veracruz, subrayó que "nadie ha mencionado que la señora fue arrojada a un barranco", donde la encontraron malherida (idem). O que el 27 de febrero, el coronel Soberanes dio marcha atrás a la supuesta "investigación" de los soldados, o que la Secretaría de la Defensa Nacional dejó correr la especie de que la agresión había sido hecha por un "grupo guerrillero".

¿Por qué Calderón habló de "gastritis" cuando sólo la procuraduría de Veracruz había examinado el cadáver? ¿Por qué dijo: "la CNDH intervino y lo que resultó de la necropsia fue que falleció de gastritis crónica no atendida", si el mismo 13 de marzo, el visitador de la CNDH, Julio Armendáriz, les aseguró a los habitantes de Soledad Atzompa que la comisión no había participado hasta ese momento en el caso? ¿Por qué, sólo hasta el 29 de marzo, el dictamen oficial de la CNDH fue dado a conocer por un general en retiro que ahora es diputado panista y no por el propio Soberanes?

¿Por qué sólo hasta el día siguiente, viernes 30, la CNDH presentó su informe, acomodando todo al gusto de Calderón? A saber: que sí existía una segunda autopsia, hecha, ojo, el 9 de marzo, es decir, cuatro días antes de la entrevista del Ejecutivo con La Jornada. Y, más aún, que ésta encontró un cuadro de "anemia aguda" (grave ausencia de glóbulos rojos) debido a un "sangrado de tubo digestivo" (hemorragia estomacal por goteo) provocado por "úlceras gástricas pépticas agudas" (heridas abiertas o áreas lesionadas en el recubrimiento del estómago).

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